Ella. Que se deja arrastrar hasta límites impensables. Que no frena, que nuca lo hizo. Que tantas veces a terminado estampándose contra un muro de hormigón y no ha dejado ni un solo día de seguir pisando el acelerador hasta el fondo. De darlo todo, recibiendo quizás demasiado poco. Hace tiempo que la felicidad no le dura más de un día. No para de subir y bajar, está cansada de esperar que su vida cambie, cuando tal vez sea ella la que deba cambiar, terminar con todo lo que le ha traído hasta aquí. Y por una vez frenar. Ella. Nunca supo recordar lo que le hizo daño, cuando era verdaderamente importante tenerlo en cuenta. Siempre se aferra a lo que le hace feliz, aunque más tarde eso mismo le destroce. No soporta sentirse sola, ni vacía, ni perdida. Corazón caliente. Que arde, que se entrega, que duele, que sabe lo que quiere. Que lucha por ello, a su forma, aunque no sea la forma que lo demás esperan. 

Lucha interna, silenciosa, de puntillas. Quienes la conocen aman su locura, los que no la conocen no saben nada de ella. Espera demasiado del mundo, cree demasiado en las personas, y termina preguntándose que le hizo pensar que ese alguien no le fallaría. Ella. Que siempre ha llevado encima su mejor sonrisa, ahora tiñe de recuerdos las paredes de su habitación, y llora cuando nadie le ve. Llorar le alivia, le calma, y le hunde aún más. Se quiere demasiado como para engañarse a ella misma, sabe su querida fuerza ha dejado de acompañarla por un tiempo, pero también sabe que volverá, como ha sido siempre. 

Le gustaría ser la única persona que pudiera condicionar su propia felicidad, pero hasta el tiempo se ha tomado el derecho de borrarle las sonrisa y curarle las heridas. Es consciente de que está más cerca del suelo que del cielo, pero promete levantarse, y sonreirá orgullosa.