Vale. Lo reconozco. Me gusta el chocolate y las películas románticas. Lloro demasiado y me río con facilidad, voy con las uñas mal pintadas y me cuesta encontrar el regalo perfecto. De acuerdo, pienso a menudo en tonterías y no llego a ninguna parte, lo sé, no soy perfecta, pero tampoco me preocupa demasiado.
No me creo diferente, ni tampoco igual que todos, no me gusta la rutina, pero tampoco soporto el cambio constante. No soy espabilada de nacimiento, ni seré inocente de por vida, no me creo lista, pero tampoco extremadamente gilipollas. No pretendo hacer lo que me da la gana en cada momento, pero tampoco quiero sentirme demasiado atada, no soporto que me agobien, pero aguanto como la que más, no me conmuevo por cualquier cosa, lo cual no quiere decir que sea una insensible. No aplaudo a cualquiera, pero reconozco su mérito a quien se lo gana, no me gusta dar pena, pero a pesar de ello sé que a veces la doy. No me gusta que me juzguen sin conocerme lo suficiente, pero sin embargo las críticas me hacen más fuerte, no intento dar el perfil de chica aplicada, madura, sensata y filosófica, porque, claramente, ni quiero ni puedo darlo.
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